“No es lo mismo contar la historia desde adentro que contarla y luego marcharse, como hacen la mayoría de intelectuales y académicos. Nosotras nos quedamos aquí y aquí seguimos y no nos marcharemos porque esto jamás volverá a ser lo que fue antes, pues nosotras estamos dando la pelea para que nuestros hijos no vuelvan a repetir la historia”, afirmó sin titubear Paola.

Por Álvaro Lopera

Me dispuse a tener una tarde grata en compañía de varias mujeres de la 13, las cuales están terminando un proceso de escritura y aprendizaje de recetas culinarias, del cual se desprendió un lindo resultado: un libro denominado Cocinando historias: recetas y relatos de mujeres de la 13. Allí encontraremos las narraciones vívidas de ellas y una buena tanda de platos culinarios ancestrales y cotidianos, que era el cometido. Para ello accedí al barrio subiéndome en las famosas Escaleras eléctricas que, sumadas a los infinitos grafitis que también cuentan historias, hacen de este territorio algo muy llamativo.

Hay libros que ¡ay!

Jesús Abad Colorado retrató las tragedias de la comuna 13 y eso ayudó a que el país y el mundo supiera del drama de los habitantes de ésta. De igual manera, el libro de Ricardo Aricapa, Crónica de una guerra urbana, supo contar historias de mujeres en un mundo de hombres armados, de desplazamientos internos, de ruptura de la vida comunitaria. En una dirección muy distinta, el libro de Yoni Rendón, Comuna 13 El drama del conflicto armado, muestra las tragedias de esta comunidad como merecidas y el presente como un regalo de las operaciones militares que en la comuna se dieron. Ese es el sentir de Paola Andrea Rivas, mujer afro, madre de dos hijos, nacida en la comuna hace 36 años, de padres chocoanos, lideresa comunitaria del barrio La Independencia, y participante del proceso. De eso me hablaba mientras me miraba con sus ojos vivaces y brillantes, entusiasmada con el nuevo libro que está a punto de salir y que escribieron varias mujeres con el insumo básico de sus propios recuerdos, lo cual hace la diferencia con todos los que hasta hoy se han escrito sobre la comuna 13 de Medellín.

Paola se ha preparado extensivamente en Gestión Comunitaria para lograr la sobrevivencia, y también en la práctica de contar historias desde la oralidad, y dice que no esperaba la hora de escribirlas, pero para la gente de la Comuna y desde la comunidad que cocina y condimenta sus propias historias en un trabajo colectivo.

Nace la idea de un libro propio

Los libros, como las personas, caminan y se hacen compañeros de quien los escribe y los lee. La escritura de las realidades tiene mucho que ver con la postura ante la vida, por aquello que no hay noticias ni escritos neutrales. A Angie Heredia, conocedora de vieja data de la Comuna, y a su compañero, Rubén Zapata, se les ocurrió la idea de empezar a darle voz a esas historias que, a la par de la sazón culinaria que todo lo abarca en nuestra cultura, deberían ver la luz pública en forma de libro. Y se propusieron sacarla adelante, pues estaban seguros de que ésta sería abrazada por las mujeres que aún no habían sido visibilizadas desde su interioridad en los relatos hasta ahora escritos.

Mallimin Restrepo, de 33 años, una de las escritoras que vive en este sector desde los 3 años, dice que desde que conoció la idea le pareció fabulosa; a ella la entusiasma todo lo relacionado con la cocina, con los olores y con la buena sazón: “Dígame una cosa Álvaro: ¿qué en esta vida no está relacionado con la comida? Te casas, y te espera un plato en la mesa; te gradúas de cualquier cosa, y lo primero que te acompaña es un sabor en la boca”. Y es cierto: haciendo remembranzas, cuando se muere alguien cercano, lo primero que se siente, además de la muerte de él, es un sabor en el paladar a café fuerte para sobrellevar la pena. “Todo, todo está relacionado con la comida, y por eso la propuesta de combinar las historias y la culinaria me llegó muy bien, porque yo también tenía historias y recetas en mi cabeza que, si las aprendía a escribir, serían interesantes para un lector que quisiera conocer bien las alegrías y las penurias de nuestro barrio”.

– ¿Y crees que las aprendiste a escribir?

– Algo aprendí, por lo menos lo de recrear hechos, lo de recordar los detalles de las historias y lo del desenlace. Me costó, pero lo entendí.

El resultado final

Se empezó, pues, la labor y surgieron relatos duros de digerir, pero también narraciones muy humanas y hasta divertidas. No hablamos de rigor histórico, pues no se trata de publicar otro libro más de historia, pero sí se puede aseverar que en las páginas se derramaron no solo los olores y sabores que en muchos relatos se sienten; también recuerdos y esperanzas de que no se repitan muchas de las historias narradas, como también que otras se mantengan como parte del tejido social construido en más de 50 años de vida de esta comunidad.

Al final, 24 mujeres hicieron que la recuperación de la memoria, pasada por tinta, valiera la pena. Historias cruzadas por la muerte, pero también por la vida: “A mi papá lo enterraron el 7 de abril y el 10 nos fuimos para el Chocó… Recuerdo mucho la primera noche, el olor a monte y a río y el zancudero que no nos dejó dormir…Rezaban y cantaban unas canciones muy raras que a mi hermanito y a mí nos producían risa. Las mujeres hacían comida, sancocho y arroz para todos los que venían y repartían trago y biche, así transcurrieron esos primeros días…”, nos relataba con un aire muy inocente, Camila, la hija del difunto.

Y también hay historias de resistencia a la violencia de las bandas y a las fronteras invisibles: una de ellas, la de Paola, intitulada La marranada. Otra, la historia cargada de versos de Luzmila, que muestra a una mujer dispuesta a todo por sus ideales.

El resultado final más descollante fue, en palabras de Paola, “habernos reunido para compartir nuestras vivencias, compartir primero esas historias entre nosotras, un grupo grande de mujeres que éramos amigas desde antes y que ahora nos reencontramos, y entre todas entendimos lo que a todas nos pasó”.

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