Biblioteca Popular Betsabé Espinal

3 años de memoria, resistencia y construcción de paz

Por Stiven Calderón

Fotos: Stiven Calderón

Quien  no sepa de la Betsabé Espinal, esperaría encontrarse al llegar, como se espera comúnmente de una biblioteca, además de con un espacio físico adecuado, con estanterías repletas de libros, mesas, sillas y hasta funcionarios. Por el contrario, adentrarse en el sitio, ubicado en las inmediaciones del sector El Bosque-Aranjuez, es verse en medio de una zona verde cercada por una gran intervención urbana en marcha, por varios avisos grafiteados con consignas y símbolos, con el nombre y el rostro de la líder textilera bellanita, con una especie de casita, estratégicamente ahogada por otro cerco, y en el piso, recostados contra un mural que bordea al Parque Explora y rememora ollas comunitarias y protestas sociales, con un grupo diverso de jóvenes.

La invitación al evento de este domingo, hecha por redes sociales, como a las demás que realizan, era abierta. Saludo, ubico a Tatiana López, una de las inconfundibles voceras del proceso, converso con los muchachos, mientras veo cosas tiradas en el suelo: pinturas, rodillos, gubias, papel, a los cuales poco a poco se suma el revuelto que va llegando para las lentejas. Me disperso un poco por el sitio, tomo algunas fotos y, sin darme cuenta casi, veo que ya hicieron fuego, trajeron agua de no sé dónde y hasta montaron olla.

La jornada transcurre, embiste: “Hoy no esperábamos que aparecieran casi niños, pero llegaron”, me dice Sebastián, el profe encargado del taller de xilografía, mientras veo las manitos de estos manipular los rodillos con pintura y plasmar las impresiones que expresan memoria y amor por la vida.

Me percato de que hablar con quienes han asumido la vocería de la biblioteca en la actualidad es complejo, pues siempre se les ve haciendo algo. Yo ando con las manos untadas de pintura y petróleo, pues también me involucraron; sin embargo, me avispo y doy con Yisus o algo así, a quien ya había identificado en medio de un juego de pelota que transcurre a la par.

Se llama Jorge Maserry y es estudiante de historia. De entrada, hablamos del surgimiento de la Betsabé, el cual, me aclara, no se dio concretamente con el abuso sexual de una mujer, por cuenta del ESMAD, dentro de la antigua estación del ferrocarril El Bosque y su posterior toma por parte de varios jóvenes, sino un poco antes, en medio de los campamentos de las protestas del 2021. Sin embargo, agrega que el reclamo simbólico por el edificio sí tiene que ver con los hechos. “La ocupación de la estación buscaba resignificar lo ocurrido; sin embargo, el proceso de biblioteca no se le puede reducir al edificio”. Se refiere a esa resistencia anterior a la ocupación de “la casita”, como algunos llaman cariñosamente a la estación, y también a las actuales actividades que se realizan en la zona verde. “Nos sacaron de la casita pero ahora estamos en el patio”.

Jorge menciona con orgullo las 200 ollas comunitarias realizadas, los trueques de libros, los talleres gratuitos de fotografía, teatro, yoga, grafiti, las tertulias, así como el preuniversitario que ayudó a pasar a 17 jóvenes a la universidad, y hasta dos baby shower, todos producto de la autogestión y el apoyo de personas y organizaciones que con los años han sumado.

No obstante, reconoce que fue en la casita en donde el proyecto alcanzó mayor continuidad. Conversamos en ese sentido sobre las promesas incumplidas por parte de la administración Quintero, sobre la salida del lugar, la cual se dio en común acuerdo pero de manera quizás ingenua a comienzos del 2023, y sobre todo de la actual polémica con “Fico” por la construcción de un Buen Comienzo allí, tema sobre el que hasta el actual ministro de cultura entró a mediar.

“No es entregarle la estación a los que la quemaron, como dice el alcalde”, pues de un lado, enfatiza, “nosotros no quemamos la estación ni tampoco fue la primera línea”. Este es un aspecto que me reitera más adelante Tatiana: “fue un grupo de mujeres indignadas con lo sucedido”. “Y tampoco la reclamamos para nosotros, sino para la comunidad de Moravia, quien sufrió la violencia de la fuerza pública durante el estallido social”.

Jorge admite que la autodenominada Primera Línea, entre muchos grupos de jóvenes excluidos, si bien ha sido partícipe del espacio se ha distanciado. También destaca el esfuerzo que han hecho por erradicar todo tipo de violencias, machismos, homofobias y también a políticos oportunistas. Aquí “somos memoria, somos resistencia y somos un territorio de paz… nuestra apuesta es por la pedagogía popular”.

Recorremos el lugar envueltos por un viento que constantemente descuelga las impresiones puestas a secar justo al lado del dibujo del rostro de Betsabé. Hablamos de lo simbólico, de las marcas Okupa plasmadas en avisos y paredes, del poder que tiene la olla y lo femenino en este proceso, del mural y del inmenso letrero EL ESMAD VIOLÓ AQUÍ, que a tantos incomoda. Visitamos también la huerta: hay col, lechuga, tomate, también cuatro bananos y dos plátanos.

Con Tatiana, quien es profesora de yoga, converso sobre el compromiso que tiene con la biblioteca desde su inicio, en el fragor mismo de las protestas. Nos distrae por momentos tanta gente aglomerada, tanto niño, balón, perro y comunidad que confluye de repente. “Que locura”, me dice, y yo estoy pensando lo mismo. No hay tiempo para hablar más, son casi las 6 de la tarde y las madres comunitarias reparten las lentejas: “Dios los bendiga muchachos”, veo señoras haciendo fila, vendedores, y hasta a una parejita en plan de domingo que apareció de repente.

Mientras cae la tarde y una sombra se dibuja sobre los jóvenes recostados al mural, el rostro de Betsabé permanece incólume. Algunos van para Moravia a apoyar otro evento y a hacer llegar unos kits escolares, otros van a parchar a otro lado.

Voy de salida, rebaso los plátanos. Pienso en Jorge y en su mirada mustia cuando me habló de la boleja, como le dicen, según él, al plátano rechazado en el Urabá. “El rechazo del rechazo, eso representan: a todas las neas que tras el estallido vinieron a parar aquí”. Avanzo y justo diagonal, afuera del jardín botánico, veo un aviso que reza: “MEDELLÍN SOMOS TODOS”.

Taller con niños

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