Los pecados de un pastor que huele a lobo

Por Sebastián Carmona

En la foto el cardenal López Trujillo

El cardenal católico, Alfonso López Trujillo, será recordado por la historia oficial como un hombre que elevó la Iglesia a su mayor santidad, que incluso trabajó por la caridad y la construcción de espacios para la formación de nuevos sacerdotes en la ciudad de Medellín, para que el valle de aburrá no se quedase sin vocaciones y sin pastores que guiasen al pueblo de dios hacia la fe y a los mandatos divinos. Pero la historia misma reclamará el valor a lo que se esfuma de los relatos oficiales.

En el libro La guerra secreta del cardenal López Trujillo, escrito por Hernando Salazar Palacio, se mencionan sus inicios en la formación sacerdotal como un joven inquieto por el marxismo, al mismo tiempo en que se desarrollaba en la sociedad colombiana una gran sensibilidad por el trabajo social. Pero parece que esta inclinación social murió muy rápidamente cuando comenzó a obtener ascenso en lo que se denomina “carrera eclesiástica”: pasar de puestos administrativos a parroquias, de parroquias pobres hasta las grandes catedrales, y por qué no, soñar con dejar de ser un cura de barrio para llegar a ser obispo de una ciudad, cardenal de la Iglesia, incluso, hacer parte de los más elegibles para ser el próximo dirigente de la Iglesia católica.

En este libro, se muestra cómo sus acciones eclesiásticas estuvieron marcadas por el odio a quienes trabajasen para las comunidades más pobres de Medellín, mientras él era el obispo titular de la ciudad, llegando a amenazar a curas que promulgaban principios de la teología de la liberación. Como le ocurrió al padre Federico Carrasquilla, fundador y trabajador incansable de las comunidades de Moravia, el Popular, y sectores de la ladera noroccidental como Florencia, Santander y el Doce de Octubre. El cardenal separó a muchos sacerdotes de sus funciones, amenazó de muerte a muchos otros, incluso hasta el grado de llegar fuertemente custodiado por hombres armados a parroquias para desplazar a los sacerdotes adscritos a la arquidiócesis. López Trujillo lo que buscaba era combatir y silenciar a todos aquellos que quisieran encauzar la fuerza accionante de la iglesia hacia el compromiso con los más necesitados.

Este personaje de la Iglesia colombiana llegó a tener tanto poder político y económico que era visto como un hombre con incidencia en las decisiones eclesiásticas en el país y en América latina; incluso se le vincula con nexos paramilitares y de narcotráfico por posibles relaciones con el movimiento Medellín sin tugurios, de Pablo Escobar.

Este hombre ambicioso y ortodoxo olvidó a las comunidades, su búsqueda insaciable de poder lo llevó a generar aires de miedo en toda la ciudad; dicen mis familiares que, en su juventud, participaron de la mano de una misionera española que llegó al barrio Santander y del sacerdote anteriormente mencionado, Federico Carrasquilla, en un trabajo social en las comunidades asediadas por grupos armados y el narcotráfico; muchos de ellos comenzaron a vincularse a la parroquia del barrio y me cuentan que cuando el cardenal llegaba a una parroquia había que besarle su anillo por obligación y había que disponer de alfombra para que él pasase.

Lo que importaba realmente para aquel máximo jerarca era ser reconocido como un ser de poder absoluto y solo él podría indicar cómo era el modo correcto de llevar el evangelio a los barrios. Asumía que toda acción movilizadora de la comunidad por medio de religiosos y civiles que se apoyasen en la teología de la liberación estaría reduciendo la fuerza del evangelio, el servicio de la Iglesia y el autoritarismo de sus visiones eclesiásticas.

En el año 2020, el programa televisivo Los informantes transmitió una crónica periodística titulada una vida de atrocidades sexuales, denuncias contra el cardenal López Trujillo. Allí entrevistaron al periodista francés Frédéric Martel, autor del libro Sodoma, donde despliega el sistema de abusos sexuales, sociales, económicos y políticos por parte de la Iglesia católica por el mundo, curiosamente el nombre de este cardenal aparece, y tanto en el libro como en la entrevista se mencionan su actitud de perseguir la homosexualidad y el comunismo, se afirma su vinculación al narcotráfico y al paramilitarismo por recibir dineros a título personal y de la arquidiócesis de Medellín cuando fue su obispo entre los años ochenta y noventa. Además, se afirma que López Trujillo exprimía a las parroquias pidiéndoles cuotas económicas que debían ser una obligación en las funciones pastorales de cada párroco. También se le atribuyen delitos sexuales y abusos a seminaristas y sacerdotes, además de tener una red de colaboradores dentro de la misma curia al servicio de conseguir hombres y mujeres para saciar su apetito sexual fetichizado.

Él es el rostro de una sociedad civil, religiosa y política que aleja la mirada del verdadero trabajo con las comunidades pobres; claro está que esto es resultado de las desigualdades creadas por la ambición que despierta el capital y su acumulación, el ego por no querer construir condiciones sociales que erradiquen o mitiguen las violencias estructurales, el afán del poder que hace del vulnerable objeto de explotación. La dignidad humana rebasa las visiones religiosas, la mirada siempre debe girar en torno a los necesitados para superar la historia de desigualdades que dividen a las personas por estratos sociales.

Cuando la fe se toma como el camino para obtener poder, se aniquila todo mensaje cristiano. Este hombre lo hizo sin importarle la vida de las personas pobres que, con esperanza, quisieron trabajar en comunidad para salir adelante, confiaron en religiosos que encarnaban el discurso de la liberación y que, como monseñor Romero en El Salvador, por medio de los cantorales de la misa, buscaban despertar la conciencia del pueblo y de las comunidades populares. Por ejemplo con canciones que traían frases como “Cuando el pobre crea en el pobre ya podremos cantar libertad” o “Tu eres el dios de los pobres, el dios humano y sencillo, el que suda en la calle de rostro curtido, porque eres el dios obrero, el cristo trabajador, vas de la mano con mi gente, luchas en el campo y la ciudad ”.

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