Ucrania: ¿el principio del fin del mundo?

Por Álvaro Lopera



Foto: Tomada de laverdadnoticias.com

Derramar tinta sobre el hecho más resaltado en el último mes parece ingenuo, sino tonto; solo que vale la pena hacerlo porque se hablan y se dicen tantas cosas absurdas que empieza a dolerle a uno la cabeza: “Rusia invadirá y para ello tiene tropas en la frontera, la OTAN defenderá la democracia y se expandirá hasta donde quiera”. Y desde la tribuna, como es usual, los medios de comunicación escriben y hablan lanzando bocanadas de gasolina al pie de la hoguera.

Como si no supieran que, entre Estados Unidos y Rusia, la suma total de armas nucleares sobrepasa la cifra de diez mil; como si no importara que con solo 110 de estas se generaría lo contrario a un calentamiento global: un enfriamiento aterrador a partir de un invierno nuclear porque las cenizas cargadas de nucleófilos impedirían la entrada de los rayos del sol y la vida tendría un triste final.

El bullying gringo

Suenan tambores y las declaraciones van y vienen: Estados Unidos tiene preparadas decenas de medidas que destruirán la economía rusa con solo un chasquido de los dedos de Biden –expulsarían a los rusos del sistema Swift, no le comprarían armas, no le venderían repuestos electrónicos–. Eso sí, si se atreve a invadir a Ucrania. Los alemanes responden: ni se les ocurra hermanos americanos, nos moriríamos de frío en este invierno, pues Rusia detendría el paso de gas por Ucrania. Otra vez Ucrania, la exrepública soviética, el granero de Europa, la de las tierras negras, la de los 600 mil kilómetros cuadrados, la tierra del fascista Stepán Bandera, aliado de los nazis en la Segunda Guerra Mundial; la ahora “comandada” por el humorista y abogado judío Vladímir Zelenski.

Los diplomáticos norteamericanos salen a las volandas de Kiev; le siguen los ingleses, como si no supiéramos que esos dos actores hacen parte de la misma comedia. Los europeos los llaman a no tomar las cosas tan a la ligera, pues no ven asomos de guerra en Ucrania, a pesar de que Putin ya ha advertido que no se quedarán con las manos cruzadas si la OTAN continúa con su paso avasallador hasta amenazar las fronteras de Rusia: ¿un déjà vu de la Operación Barbarroja de Hitler?

Cuando avanzaban las tropas del nazismo hacia las fronteras de Rusia, antes del 21 de junio de 1941, Hitler le había dicho a Stalin que ellas iban a tomar un merecido descanso lejos de los frentes de batalla, pues al fin y al cabo tenían firmado un tratado de caballeros, el de Ribbentrop-Mólotov, y Stalin le creyó (con la diferencia que Putin conoce la historia y no les cree a los angelitos de la OTAN). Después vendría la invasión y todo lo que se derivó de allí hasta alcanzar 26 millones de muertos soviéticos.

Ahora la OTAN no cree en nadie y a nadie escucha pues su música suena a todo timbal con la parafernalia estratégica que empezó a armar desde el mismo momento en que cayó la Unión Soviética, cuando empezó a moverse hacia el este de Europa –a pesar de que Gorbachov habló con George Bush I (sin escribir nada), para que no lo hiciera– y más ahora que ha reforzado hasta el cogote con misiles nucleares a Dinamarca, Países Bajos, Alemania y que además a los viejos aliados de la URSS (Bulgaria, Rumania, Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Letonia, Estonia, Lituania) los etiquetaron OTAN. Menos quiere saber de nadie cuando Europa funciona como el perrito faldero de los Estados Unidos, pues su geopolítica naufraga bajo el paraguas atómico de Tío Sam y la dirección yanqui de esa OTAN que tantas invasiones ha propiciado.

Rociaron sistemas grandes de antimisiles con armamento norteamericano –el complejo militar industrial gringo está de plácemes– en Polonia y Rumania; lanzaron como confeti saludos a los países que no pertenecen a la OTAN –Suecia y Finlandia– y los invitaron a hacer parte del club del bullying gringo. Tendrían la potencialidad de ponerse a cinco minutos de Moscú con misiles hipersónicos, si es que los ubican en Kiev; a lo que se suma el sueño húmedo de volver añicos la resistencia de los pueblos de Donbass, en el este de Ucrania, que aguantan con mucho esfuerzo al régimen fascista ucraniano desde el golpe de 2014 contra el presidente constitucional Víktor Yanukóvich.

Problemas internos, problemas externos

La popularidad de Biden está en picada en USA. Algunas encuestas hablan de una aprobación menor del 40% (casi todos los puntos del programa de gobierno han sido incumplidos, e incluyen los de política internacional -migración, Cuba, Venezuela, Nicaragua), y todos sabemos lo que significa en términos de guerra una crisis interna en casa. No olviden a Bill Clinton lanzando la guerra de la OTAN contra Serbia en pleno escándalo de la Lewinsky. Pero también está la yugular del gasoducto ruso que sería una gran salida al problema energético europeo: el Nord Stream 2, con el cual USA tiene pesadillas, pues no quiere aceptarlo como competencia.

USA no ama a Ucrania, solo la usa contra la Rusia que sueña poseer. Madeleine Albright –secretaria de Estado de Bill Clinton– ya lo dijo en las postrimerías de la década de los 90: “No es justo que Rusia sea un país tan grande y tan lleno de riquezas para tan poca gente”. El imperio, cuando habla de justicia, habla de saqueo, latrocinio, muerte. El Kremlin de ahora conoce la geopolítica norteamericana al detalle, pues la ha sufrido por espacio de muchos años. Después del derrumbe de la Unión Soviética, Rusia cayó en manos del imperialismo norteamericano: la CIA entró a la alcoba de los secretos soviéticos, conociendo las entrañas de su anterior enemigo. USA, con Boris Yeltsin –el beodo– como su gran aliado, tenía lista la medida de tomarse cada detalle del país eslavo, solo que le salieron mal los cálculos, pues emergería otra potencia, China, la cual lo distraería lo suficiente como para perderse entre las ramas.

La tensión actual y los gruñidos de la OTAN buscan varios efectos: quebrar económicamente a Rusia –recuerden la guerra de las galaxias de Reagan–, implantar el dominio en Euroasia, a partir de lo anterior, para cercar a China además de acrecentar la venta de armas en el marco de la recesión mundial. USA está acostumbrada a generar guerras lejos de casa y este estado de cosas favorece planes oscuros tanto económicos como geopolíticos.

Rusia está aliada a China y a Irán; propone establecer misiles en Cuba y Venezuela, porque si por mala casualidad la guerra se lleva a efecto, estos dos países serían los primeros atacados; y además agregaría un ambiente de menoscabo de la seguridad de Estados Unidos en el umbral de la puerta de entrada: ¿Un déjà vu de la crisis de los misiles de 1963?

Maniobras militares, negaciones a peticiones rusas, son las últimas noticias salidas de USA: «Creceremos hasta donde nos venga en gana; no aceptaremos esa condición de no armar a los viejos países pertenecientes a la Unión Soviética», y muchos ladridos más. El miércoles 26 de enero USA, más que Europa, respondió a las peticiones de Rusia de salvaguardar su seguridad, pelando los dientes, pero eso sí, dejó claro que las puertas del diálogo están abiertas.

Sí, abiertas, pero para ingresar al infierno.

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