Ser Mujer Negra en una Sociedad de Hombres Blancos

Por María José Otero Ospina

Pintura: Sin Título – Nube Voladora

Ser mujer no es fácil en una sociedad patriarcal como la que hemos construido hasta hoy. Aunque han trascurrido algunos años desde el inicio del movimiento feminista, nuestra sociedad sigue siendo gobernada por un Estado patriarcal blanco, misógino y desigual en muchos aspectos, donde el poder es ejercido, principalmente, por los hombres blancos que vienen de cuna de oro (personas con condiciones económicas favorables, de estratos económicos altos). Ahora bien, imaginemos qué significa ser mujer negra en una sociedad como la nuestra. Para que no se me malinterprete (porque la masculinidad parece ser tan frágil que toda crítica es entendida como un ataque directo): mi intención no es desacreditar al hombre ni demeritar el papel de la mujer en la sociedad, pero sí me gustaría resaltar la poca justicia que se le hace a la mujer, en especial a la mujer negra. Para ser más clara en lo que quiero expresar, les contaré cierta conversación que tuve con un hombre blanco criado por mujeres negras.

Todo comienza con una pregunta un poco controversial pero que, quizá, es necesaria para entender el mundo de una forma distinta: “¿Qué piensas sobre el feminismo en la mujer negra?” Su respuesta, que no podía más que partir desde la generalización, casi olvidando que no solo se habla de feminismo, se habla de una discriminación racial dirigida a un grupo de personas en específico, fue: “No estoy de acuerdo, las mujeres feministas son poco igualitarias y actúan a su conveniencia”.

Esto, desde mi perspectiva, deja en evidencia la poca conciencia y educación que se tiene respecto al movimiento feminista –que busca erradicar las desigualdades del sistema sexo-género y propiciar mejores condiciones de vida–. Él continuó: “La mujer feminista defiende sus causas, pero para ellas un hombre es un cero a la izquierda, entonces… No nos veo en un país liderado por una mujer, eso sería darles pie para que más adelante tengan una excusa para excluir y denigrar a los hombres, y esto incluye también a la mujer negra”. Estas palabras son la puerta al reconocimiento sobre el tipo de educación que se presenta en el hogar –y en muchos espacios de la sociedad– y que permite la reproducción de las ideas patriarcales; esto me ponía en una situación incómoda, ya que históricamente siempre hemos sido dirigidos por hombres blancos, todo por imposición.

Si bien creemos que somos una sociedad democrática, una mujer pocas veces tiene la posibilidad de ocupar lugares importantes en la sociedad: nunca es vista como una buena opción para dirigir (algo constatable en algunos comentarios que rondan en torno a Francia Márquez y su campaña para la presidencia de Colombia), son pocas las mujeres que han tenido un papel importante en la política y casi nula la cantidad de mujeres (blancas o negras) que han subido a los puestos presidenciales.

Este hombre siguió señalando: “No estoy en contra del feminismo, pero tampoco lo apoyo, no porque no confíe en el poder de una mujer, porque no me sentiría seguro de una mujer gobernando, mucho menos si es feminista. Las mujeres adineradas y con poder, blanca o negra, son egoístas y superficiales”. Sus últimas palabras, referidas al egoísmo y a la frivolidad por parte de las mujeres adineradas solo expresan la poca justicia que se le hace a nuestro sexo, si bien en la sociedad se ha visto que las actitudes de muchas personas adineradas pueden ser ‘egoístas y superficiales’, ¿por qué el juicio recae solo sobre un sexo?

No es solo un hombre blanco que duda de la capacidad para tomar decisiones de las mujeres, son muchos e incluso muchas quienes así lo piensan. No solo se nos oprime la voz y la capacidad de tomar decisiones en cuanto a la política y economía, también somos calladas en nuestras vidas cotidianas: se silencian las denuncias sobre violaciones, socialmente siempre seremos juzgadas por apoyar o practicar una sexualidad libre; ejercen poder incluso sobre nuestro cuerpo.

Durante décadas se ha luchado contra la intención machista de hacer ver a la mujer como parte irrelevante de la sociedad; muchas mujeres, en su momento, consideraron al hombre como el problema, pero en realidad el problema es estructural, del sistema patriarcal que afecta a hombres y mujeres, que reproducen los estigmas sociales machistas impuestos por el hombre burgués occidental blanco, que han permanecido con el pasar de los siglos; es posible afirmar que el hombre no es la razón de conflicto, puesto que como mujeres seguimos reproduciendo la mayor parte de una serie de normas, cuyo origen nos fue impuesto anteriormente.

Nos encontramos en una sociedad hipócrita, que pide igualdad cuando su estructura se cimienta en la desigualdad, cuando más fácil dan un empleo a un hombre que a una mujer y, no siendo poco, si son varias mujeres quienes compiten por un empleo y hay mujeres negras, difícilmente la mujer negra obtiene el trabajo; se habla de una sociedad donde la mujer tiene igualdad de derechos con el hombre, pero seguimos siendo observadas como el sexo débil; seguimos en una sociedad donde la procedencia, color de piel, gustos musicales, forma de vestir, actuar e incluso caminar, definen si eres apta para la sociedad o no.

No sobra contarles que aquella incómoda conversación fue con un hombre que aún no cumple siquiera su mayoría de edad y que durante su vida su figura de autoridad solo han sido mujeres negras. ¿Cómo alguien criado por mujeres negras puede reproducir estas ideas? ¿Tan arraigadas están las ideas machistas y racistas que nosotras mismas las seguimos reproduciendo?, pero también confirma algo que ya les he mencionado anteriormente: el problema no es el hombre, el problema es una estructura patriarcal que se ha instalado en nosotros. Finalmente, me gustaría concluir diciendo que, afortunadamente, todo lo anteriormente expresado son problemáticas sociales por las cuales las mujeres han luchado durante mucho tiempo y por lo que seguiremos luchando.

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