El acostumbramiento a la barbarie sionista y al genocidio de un pueblo

Destrucción de Gaza: solo quedan los escombros. Tomada de almayadeen.net

Por Álvaro Lopera

Son siete eternos meses de bombardeos indiscriminados y crímenes de lesa humanidad vistos directamente en las redes sociales y maquillados inútilmente en los medios de comunicación occidentales. Son meses de violación flagrante del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos contra la población de Gaza, que, recordemos, es una franja de tierra de tan solo 365 kilómetros cuadrados, en donde habitan (o habitaban) en viviendas y campamentos de refugiados, cerca de 2.300.000 palestinos de todas las edades y sexos.

Son más de 200 días hasta abril 30 de 2024, en los que Israel, ese país inventado por el imperialismo norteamericano e inglés en 1948, ha bombardeado indiscriminadamente toda la franja de Gaza con más de 60.000 toneladas de explosivos. Es decir, con casi cuatro bombas atómicas de las lanzadas por Estados Unidos en agosto de 1945 contra las localidades de Hiroshima y Nagasaki, y casi 16 veces las toneladas de explosivos lanzadas por ese país e Inglaterra sobre la población alemana de Dresde al final de la Segunda Guerra Mundial. Y la matanza para muchos empieza a convertirse en parte del paisaje.

Convertir a Gaza en un territorio inhabitable para los palestinos

Es casi total la destrucción de viviendas, hospitales, mezquitas, colegios, universidades, centros culturales, fuentes de energía y agua, campos cultivados; es decir, de toda la infraestructura civil gazatí. No hay agua potable, el sionismo nazi no deja pasar alimentos y boicoteó el último bastión de estos: le solicitó al Norte Global que no volvieran a aportar dinero a la UNRWA (acusándola falsamente de haber participado algunos de sus miembros en acciones militares), que es la agencia de las Naciones Unidas que ha velado desde 1948 por la alimentación de los refugiados palestinos que han salido de todas las guerras y genocidios llevados a cabo por Israel desde entonces.

A ojos vistas, Israel, con sus miles de tropas, ha entrado violentamente a los hospitales gazatíes después de bombardearlos y ha asesinado a casi todo el personal de salud, a niños recién nacidos, a madres gestantes y lactantes y ha enterrado vivos a pacientes de cualquier edad y sexo que ha encontrado. Eso se ha evidenciado al hallar cadáveres con las manos atadas. Las fosas comunes, que tanto gustaban a los nazis alemanes, los sionistas las reinauguraron en Gaza. El tiro de gracia y las áreas de matanza definidas en la Franja son otra realidad del genocidio.

Se repiten las escenas nazis de la Segunda Guerra Mundial, donde las poblaciones rusas eran bombardeadas y acribilladas inmisericordemente por las avanzadas fascistas: encerraban en iglesias y establos a las poblaciones de las comarcas rusas y las quemaban vivas. Hitler declaró no humanos a los rusos –la historia no oficial lo cuenta– para, así, deshumanizándolos, poder cometer todas las atrocidades posibles, y, efectivamente, en la Segunda Guerra, la Unión Soviética fue golpeada sin respetarse ningún tratado internacional. Ahora los nazis israelíes copian al nazismo alemán, y de nuevo acompañados por Alemania –país cuya dirigencia socialdemócrata o conservadora disfruta morbosamente los genocidios– acometen todas las atrocidades con la excusa del “derecho de defensa”, que no posee ninguna potencia colonial, en tanto el colonialismo está condenado por todos los países integrantes de la ONU.

35 días después de que el Consejo de Seguridad de la ONU –y después de varios vetos de Estados Unidos–ordenara el cese al fuego con el levantamiento del crimen del hambre como arma de guerra, Israel, como suele hacerlo, no ha cumplido con dicho mandato y, por el contrario, prepara el genocidio en Rafah, la última región en el sur de Gaza que está ahíta de refugiados. Estados Unidos, al día siguiente de la votación, se atrevió a afirmar, por medio de su vocero, que esa resolución 2728 del Consejo de Seguridad no es vinculante, desatándole las manos a los sionistas para que continuaran con el genocidio palestino. Al 30 de abril el número de asesinatos sumaban casi 35.000 y el de heridos y desaparecidos –debajo de los escombros–más de 90.000. Una gran vergüenza para la ONU y para el mundo entero.

El martillo imperialista y la desazón de las masas frente al genocidio

A la anterior infamia se suma el papel nefasto de las potencias occidentales cuando en Alemania se prohíben eventos de reivindicación o protesta por el genocidio, calificando a estos como un acto de odio contra el pueblo judío; cuando en Francia se declara delito portar una bandera palestina o ponerse la kufiya; cuando en Estados Unidos condenar el genocidio palestino es un acto antisemita porque con ello “se llamaría a cometer genocidio contra el pueblo judío”.

La respuesta de los pueblos del mundo ha sido dispar: Yemen, el país de la gente solidaria, se lanzó a una guerra muy desigual contra los barcos sionistas que navegan por el océano Índico y el mar Rojo, además contra la armada de Estados Unidos y Gran Bretaña que pretenden protegerlos. El eje de la Resistencia actúa desde El Líbano, Irak y Siria y ataca con sus mejores armas al ejército norteamericano y sionista y a las infraestructuras sionistas en el puerto de Haifa.

La juventud mundial sale a las calles y le deja saber a los nazis israelíes que su genocidio es rechazado y que su propaganda no cala así la vistan con verborrea falaz; la juventud norteamericana judía y no judía se rebela, se suma a la protesta que recuerda las marchas contra la guerra de Vietnam en 1968, en donde pagaron con su vida muchos estudiantes. Y ahora proceden las universidades, instituciones asociadas al capital sionista, a expulsar a los estudiantes y el gobierno imperialista de Biden a detener y aporrear salvajemente a más de 1.000 de ellos y a profesores de sesenta universidades, de New York, Washington, California, por tomarse el campus universitario y protestar contra el apoyo yanqui y los crímenes de guerra del nazifascismo israelí.

Falta que los gobiernos actúen, incluido el colombiano, que muchas veces ha dado a entender que la mejor medida es el rompimiento de relaciones políticas y comerciales con el sionismo, pero, todo indica, que, por presiones del Norte, no actúa, siendo una exigencia de las masas colombianas; ídem, el resto del mundo, incluidos los reaccionarios regímenes árabes.

Parodiando al Che Guevara, al sionismo no se le deba dejar ni un tantico así. Debemos pasar de la mirada lejana de las redes a la acción política y económica contra los intereses del sionismo y el imperialismo, impulsando la campaña BDS (boicot, desinversión y sanciones) contra las empresas y firmas comerciales que apoyan al sionismo, y ella debe ser integrada al ideario de las luchas de la humanidad.

Recordemos que Gaza es la historia del futuro contado en presente, el espejo de lo que le espera al Sur global: la violencia del Norte en vivo y en directo aplicada, sin recato alguno, al saqueo de nuestros bienes comunes, a la destrucción de nuestra dignidad.

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