Hospital General de Medellín, saqueo y derrumbe de marca neoliberal

Por Álvaro Lopera

Fotomontaje: Crisis de salud y demagogia politiquera, Álvaro Lopera

No me dispongo a escribir un artículo que hable de cosas comunes, así no más. Voy a narrar algo que, en este siglo, aparte de las grandes atrocidades en el Sur Global llevadas a cabo por las potencias imperialistas, tiene que ver con la clase trabajadora arrinconada en la esquina del cuadrilátero de la lucha de clases y golpeada inmisericordemente por el poder capitalista ante el nivel de desorganización y atomización de esta en todos los rincones del planeta.

Comienzo ubicando la ciudad: Medellín, y continúo con un área que ahora está en el primer plano de los medios de comunicación: la salud. El sitio: Hospital General de Medellín, otrora una de las instituciones con mayor renombre del país. Pues bien, la historia, como en el caso de Palestina, no empezó apenas ahora que se cae el servicio a jirones. No, la historia viene de 30 o más años atrás, cuando el capitalismo, con Estados Unidos a la cabeza, se abalanzó contra el planeta tras la caída del socialismo burocrático soviético que se dio en cámara lenta a partir de 1989.

Era, de nuevo, su tiempo, su gran oportunidad para darle entierro de segunda al Estado de Bienestar y, por ende, a todas las «conquistas alcanzadas» en el marco de la Guerra Fría por la clase obrera occidental, logros que eran solo un espejismo que los dueños del capital utilizaron como freno o distracción ante la potencialidad de que se presentaran alzamientos populares o revoluciones socialistas en vista de que el modelo soviético estaba a la vista del proletariado y era la contraparte fatídica del capitalismo. Y no solo fueron estos trucos los que empleó el imperialismo occidental, sino que también recurrió a acciones terroristas con operaciones clandestinas impulsadas por los servicios de inteligencia europeos y norteamericanos tales como la Operación Gladio, para culpar a esa parte de la población europea consciente y a sus organizaciones de ser los impulsores del caos en Occidente.

Y salió a la palestra el monstruo que habían alimentado bajo la mesa, fuera de cámaras: el neoliberalismo. Este adefesio ya había sido lanzado al estrellato en Chile cuando le dio tremenda patada a la mesa de la democracia el 11 de septiembre de 1973: Salvador Allende no solo fue asesinado, sino dado de baja también el ilusorio sueño de la construcción del socialismo a partir de elecciones «libres y democráticas». Y llevaban más de 20 años en francas pruebas: liquidación de sindicatos, partidos de izquierda y de la resistencia armada del pueblo; destrucción y persecución de movimientos sociales, aumento de presos políticos, privatización de la salud y de las pensiones. Era el nuevo mundo de los Chicago Boys, altanera escuela económica yanqui que impulsó el “salto hacia adelante del capitalismo» y la superación de la decreciente tasa de ganancia del capital.

Colombia siguió los dictados

El neoliberalismo se engulló al HGM, Fotomontaje: Álvaro Lopera

Colombia, país sometido a los dictámenes norteamericanos, procedió a imponer a sangre y fuego, con el agregado paramilitar, las múltiples reformas en contra del pueblo y en particular de las masas trabajadoras: privatización de pensiones y de muchas empresas del Estado, destrucción del Seguro Social en lo que respecta a pensiones y salud, ampliación de la guerra en el campo y la ciudad con la continuación de la contrarreforma agraria iniciada en la época de la primera violencia de la década de los 40. La oligarquía colombiana se comportó como la mejor alumna del capital financiero que ya estaba preparado para engullir la riqueza mundial al quedarse solitario el imperialismo norteamericano en la arena geopolítica internacional.

Y salió a la palestra el siniestro hombrecillo que sería el representante tanto del narcotráfico como de las transnacionales que empezarían a engullir lentamente la riqueza nacional: Álvaro Uribe. Y lanzó la reforma a la salud. Donde aparecía el Estado comenzó a aparecer el capital mixto, las famosas empresas público-privadas, o solo el capital privado. Y surgieron de la manga de la reforma las EPS, empresas privadas que nada tenían que ver con la salud sino solo con el capital financiero y la corrupción. Y con cientos de ellas la salud empezó a recorrer un camino lleno de obstáculos casi todos basados en intereses espurios, lejanos a la razón de ser de la salud.

Al mismo tiempo surgió el sistema subsidiado de la mano del Sisbén, una forma precaria de salud que apuntaba más a mantener un buen caudal de votos que a resolver el problema como tal. Y en la legislación surgieron las ESE, las empresas sociales del Estado que desde el inicio del experimento han sufrido todo tipo de malos manejos políticos en tanto han quedado en manos de la politiquería local. En resumen, la reforma a la salud neoliberal, aún bajo el marco de la nueva constitución del 91, nunca apuntó a la medicina preventiva sino a llenar de dinero al capital financiero y la corrupción bajo el ropaje EPS, con un Estado garantista del capital privado invertido, convertido en el verdadero fondo asegurador del sistema.

El HGM

Estoy contando vicisitudes históricas para narrar el estado de postración de un hospital otrora el mejor de Antioquia y de Colombia: el Hospital General de Medellín (HGM), hospital de tercer nivel que atiende (¿atendía?) a los pacientes del sistema subsidiado y también a departamentos y regiones muy pobres tanto de Antioquia como de su periferia.

Los invito a ingresar al HGM. Si damos un paso adelante y entramos, vemos, ipso facto, ese guante de seda de la visión neoliberal en tanto encontramos controles electrónicos de ingreso y salida allí, allá y acullá como si se tratara de un espacio carcelario. Si avanzamos unos pasos más vemos una atención absolutamente deteriorada en tanto faltan decenas de galenos y de especialistas que en años anteriores atendían con la mejor disposición a los pacientes que buscaban alvio para sus enfermedades y un mínimo de trato humano. Con más de $300 mil millones de presupuesto anual, le sobraba para que la atención fuera buena en términos de calidad.

En años pasados la planta de personal tenía garantizada la estabilidad laboral, o, como mínimo, sus derechos eran reconocidos. Hoy, de la mano del gerente saliente, Mario Córdoba, que fue instalado allí por el exalcalde Daniel Quintero, y que venía de privatizar a Adpostal, encontramos un nivel de privatización de servicios como nunca antes, amén de un nefasto jardín vertical que una institución de salud no puede tener por la necesidad de la asepsia que requieren los servicios hospitalarios y cuyo costo asciende a $1.800 millones.

En estos momentos no hay garantía de estabilidad laboral y de pagos de los salarios para los trabajadores no vinculados y sobre este tema se ciernen todos los delitos que cualquiera pueda imaginar. Uno de ellos es que las llamadas «agremiaciones», o sea, aquellas firmas legalizadas por la vieja reforma neoliberal de la salud para intermediar por medio del contrato sindical, como Sintravid, no tienen fondos para respaldar el pago mensual de los salarios de los agremiados si el Hospital no les gira el dinero correspondiente; la burocracia se limita a recibir la nómina, sacar su tajada y entregar el resto a los que realmente trabajan, es decir, se roba un porcentaje del pago mensual por solo figurar como gremio responsable. Cuando algún trabajador hace el reclamo de por qué la falta de fondos, le responden que es problema también de él porque «es socio» o sea también es responsable de que no le paguen: cinismo y latrocinio contra el trabajador.

Lo cierto es que llegaron de la mano de Córdoba varias firmas legalizadas que cobran cada mes al hospital sin que su presencia agregue algún valor al trabajador, pues ni siquiera responden por el uniforme que deben proporcionar de acuerdo a la ley; y si en un mes cualquiera el Hospital no paga, entonces no hay dinero para nadie. Una intermediación de piratas.

Disociación gremial neoliberal

Ideológicamente los trabajadores han sido cooptados por el sistema. Ello se comprueba en la falta de acciones de solidaridad gremial cuando la gerencia decide dividir a los vinculados de los no vinculados: a los primeros les cancelan el salario los 15 y los 30 de cada mes. Si por cualquier razón se presenta un retraso, la protesta se generaliza en todo el HGM, logrando con ello que sean cancelados salarios, cesantías y los intereses de ellas. Esto no ha sucedido con los trabajadores precarios del hospital, incluyendo especialistas y médicos generales no vinculados, a los cuales les adeudan hasta dos o tres meses de salarios, cesantías e intereses; y para ellos no hay acciones de protesta sino solo unas pequeñas campañas de recolección de alimentos que no van más allá de uno o dos días, es decir, son cruzadas para congelar y amordazar la consciencia.

La nueva alcaldía de Medellín

Retornó el alcalde amigo de la oficina de Envigado, Federico Gutiérrez, y lo primero que se le ocurrió hacer fue ir al hospital acompañado de los medios de desinformación de la ciudad, denunciar al anterior alcalde y lanzar toda una campaña de mercadotecnia para dar a entender que ahora sí esta institución marchará, es decir, empezó a hacer los primeros pinitos para la campaña presidencial de 2026. Pero aún no hay soluciones a la vista. El gerente Mario Córdoba nunca rindió cuentas de su gestión ante nadie para informar del manejo presupuestal durante los 4 años de su administración, y cuando lo conminó el Concejo de la ciudad a hacerlo, a principios de este año, del cielo le cayó la depresión y la incapacidad expedita “casualmente” hasta el último día de su «gestión».

Mientras tanto, la Reforma a la Salud del gobierno Petro es bloqueada en los recintos del Congreso de la mano de las viejas EPS, que con su lobby no permiten que las toquen ni con el pétalo de una flor, y los trabajadores del HGM se cocinan en la salsa de su pobreza e incapacidad de luchar por sus derechos, en tanto la amenaza de los gremios chupasangres apunta a que si se mueven a protestar los echan por abandono del puesto de trabajo, como si tuvieran algo que se llamara trabajo remunerado. El 1 de abril la nueva administración nombrada por el alcalde invitó a la celebración de una misa en el HGM, para que todo vaya bien, y se esperaba lleno completo. El diablo haciendo hostias.

Regresó la esclavitud en versión moderna apoyada en un Estado capitalista dispuesto a no permitir que su modelo de opresión y explotación sea reformado aunque sea levemente, y encontró a un sujeto político vacío de consciencia e iniciativa y profundamente amarrado al statu quo dominante.

Tras ello, el abuso, como en las mejores épocas de la esclavitud.

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