Moravia: renovación urbana contra comunidad unida

Por Alejandro Roque

Imagen: Colectivo GentriFight

Barrio Fidel Castro y Camilo Torres, así fue nombrado por Vicente Mejía, un Sacerdote que hizo parte de la teología de la liberación, predicador del Dios de la basura y organizador de movimientos sociales en 1977. Y aunque fue perseguido por la misma curia a la que perteneció, dio significado a lo que hoy conocemos como el barrio “Moravia”. A finales de los años ochenta, el barrio fue reconocido por la institucionalidad, pero el nombre no fue de gusto para la administración conservadora de Juan Gómez Martínez y se tomó la decisión de cambiar su nombre por Moravia, un nombre despectivo arrojado por la élite antioqueña que se pronunciaba en contra de todo lo que sonara a comunismo, el nombre está compuesto por las palabras morar y vía, significando que les tocó morar al lado de la vía.

En 1966 Moravia era el basurero municipal y fue uno de los epicentros para la llegada de personas desplazadas del conflicto armado en el país. En esos años, cientos de personas se organizaron para levantar sus asentamientos y facilitar la lucha por sobrevivir; la situación de precariedad llevó a generar los convites entre vecinos y ciertos liderazgos se formaron de manera espontánea para hacer resistencia a los carros de basura que llegaban a diario a dejar los desechos de la ciudad.

Entre los primeros habitantes se construyeron, de forma cooperativa, las viviendas, más tarde se empezaron a desarrollar formas más estructuradas de organización que conllevaron a nuevas dinámicas sociales en el barrio. Entre ellas, las Juntas de Tugurianos, también conocidas como Comités Populares o Juntas Populares. Estas organizaciones fueron creadas, en principio, con el objetivo de garantizar el derecho a la vivienda y el acceso a la luz y al agua potable, más tarde estos espacios de discusión política en el territorio tomaron otros problemas como el empleo, la educación, la salud y la infraestructura en el barrio. Las mujeres planificaron y coordinaron la construcción de centros de salud, casetas comunales, y colegios, poco a poco entre todos empezaron a construir sus propias canchas, calles, iglesias, guarderías, redes de acueducto y electricidad.

Moravia, con el apoyo e influencia de movimientos de izquierda y sacerdotes solidarios con los barrios populares, logró que las Juntas ejercieran una autonomía política a tal nivel que promovieron cambios significativos en el barrio, sin una fuerte participación de la administración municipal. La bandera del proceso de “Tugurianos resistentes” activó de manera política el territorio y las formas de organización generaron una gran unión en el barrio; cuarenta años después aparece la Administración con el propósito de desplazar nuevamente a los habitantes para desarrollar de manera paulatina obras urbanísticas que no beneficiarán a la comunidad que vive en Moravia.

Así, un grupo formado por académicos y distintas organizaciones sociales y plataformas ciudadanas iniciaron actividades reflexivas alrededor de cómo llegar a un consenso entre un plan parcial y una comunidad que sigue aferrada al territorio. Moravia está ahora en una zona reconocida y muy valorizada para el sector privado en la ciudad de Medellín.

El barrio Moravia es un lugar fundamental en la intervención del Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín, por su centralidad y los lugares culturales, académicos y arquitectónicos que lo rodean. La actual directora de planeación de la Alcaldía de Medellín, Jasblleidy Pirazán García, en una sesión extraordinaria convocada por la comunidad en el concejo de Medellín, decía: “No debemos desplazar a la gente de su territorio por eso debemos crear una política pública de moradores, le tocará a la próxima administración escuchar a los Moravitas, y en el marco de lo posible hacer revisión del POT de mediano plazo para concertar unos nuevos elementos que permitan que la gente se quede en su territorio”. Sin embargo, la intervención urbanística en el barrio Moravia se está ejecutando poco a poco, aunque la administración municipal lo niegue.

Un claro ejemplo de esto es la ampliación de varias vías del barrio, pensadas en el Plan de Desarrollo para lograr el proyecto Parques del Río Norte. La comunidad ha entendido los sofismas de la administración y sigue resistiendo para permanecer en el barrio Fidel Castro y Camilo Torres. Los callejones construidos por las primeras familias no solo están llenos de frutas y carretillas, son laberintos con memoria donde la diversidad brilla en cada esquina, hay alegría en su gente y siempre música fuerte. No hay forma de conocer tantos callejones, se necesita de algún líder comunitario que te cuente sus historias, lo que no encuentre en el centro allá se lo despachan, Moravia es patrimonio puro y vivo de sudor y gloria. Que la administración lo quiera destruir son intenciones más que obvias.

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