Los nuevos aires de las Convivir

Por Rubén Darío Zapata

Las antiguas Convivir, reguladas durante la presidencia de Cesar Gaviria darían origen a las AUC. Foto: EFE/John Jairo Bonilla

La historia nuestra es bastante curiosa. Mientras el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso pide pista en la JEP para revelar los vínculos macabros entre las estructuras paramilitares y los empresarios y políticos que las impulsaron y financiaron, desde muchos sectores políticos se empiezan a promover estrategias de seguridad que parecen querer revivir las Convivir, esa figura legal que terminó catapultando la estrategia paramilitar en el país.

En primer lugar, encontramos al gobernador de Antioquia, un político uribista que llegó a la gobernación a pesar de tener abierta una investigación por supuestos vínculos con el paramilitarismo. Su primera propuesta tras ganar las elecciones, en algo que parece tener su cuota de cinismo, fue la de construir una alianza cívico militar en el departamento para combatir el crimen y garantizar la seguridad de los ciudadanos. Sus argumentos parecen una copia con poca innovación frente a los ofrecidos por Álvaro Uribe Vélez, cuando era gobernador, para conformar las famosas Convivir.

Luego toma la batuta José Félix Lafaurie, presidente de Fedegán, quien invita a formar frentes solidarios de seguridad ganadera para proteger al gremio de la inseguridad. Desde luego, no se trata de desmemoria en el caso del ganadero, no es que haya olvidado que fueron los ganaderos los que más provecho sacaron de las Convivir y los que más las asociaron a las estructuras paramilitares que se fortalecieron especialmente en Córdoba, fortín de los ganaderos y de las Autodefensas Unidas de Colombia. Más bien esta propuesta expresa que el ganadero las recuerda con mucho aprecio, porque las Convivir, o las alianzas cívico militar, siempre han sido para el gremio un instrumento de disuasión, desde tiempos del gobierno de López Pumarejo, cuando se organizaron contra la aplicación de la Ley de Tierras, o ley 200, que proponía expropiar a los terratenientes de las tierras no productivas y distribuirlas entre los campesinos sin tierra.

Más preocupante que la propuesta de Lafaurie es, incluso, la reacción de sus correligionarios ante el rechazo del ministro de defensa. Este se ha limitado a decir lo obvio: que el combate a la delincuencia es una tarea exclusiva de la fuerza pública que, en todo momento, tiene que hacer valer su monopolio sobre las armas. Por obvio es que resultan sintomáticas las reacciones de un tipo como Ofo Morón, ganadero y coordinador del Centro Democrático en el Cesar, quien no dudó en acusar al ministro de ser un simple alfil de la izquierda. O la de Joaquín Ovalle quien le exigió la renuncia porque, según él, este rechazo a las formas de convivir propuestas por Lafaurie son un ataque a la gente de bien y un apoyo a la delincuencia.

Sin embargo, es entendible que personajes como los mencionados aquí propongan rencauchar las Convivir, a pesar del terror que estas significaron para buena parte de la sociedad colombiana; al fin de cuentas, para ellos y el grupo social que representan, los resultados fueron muy benéficos. Lo realmente inquietante es cómo desde los medios de comunicación empieza a ambientarse un clima favorable a dichas propuestas, esta vez amparados en la inseguridad (que no es noticia) en ciudades como Bogotá, Medellín y Cali. De tanto en tanto, la ciudadanía aupada por estos medios y cansada de la inoperancia de la Policía piden o bien la militarización de las ciudades o el permiso para organizarse por sí mismos en autodefensas locales. Tal vez ese clima es el que explica que un candidato a rector en una universidad pública proponga, para el asombro de la comunidad universitaria, la creación de un grupo integrado por personas ajenas a la Universidad para garantizar la seguridad en el campus

¿Por qué la fiebre de las convivir?

Muchos críticos de estas propuestas señalan que las Convivir promovidas desde el departamento de Antioquia y extendidas por buena parte del territorio colombiano fueron el germen del paramilitarismo. En esta idea hay, sin embargo, mucho de desmemoria. El paramilitarismo no nació con las convivir, estás últimas nacieron con y al servicio del paramilitarismo. De hecho, el paramilitarismo es viejo en Colombia, pero esas estructuras que supuestamente se desmovilizaron durante el gobierno de Uribe Vélez tienen su origen en los años ochenta del siglo pasado, cuando se organizaron en el MAS, muerte a secuestradores, en una alianza entre políticos, militares y narcotraficantes para combatir la insurgencia tras el secuestro de Martha Nieves Ochoa, integrante de una de las familias más poderosas del cartel de Medellín. Luego, la estructura tendría un remezón que fortaleció su vínculo con el establecimiento cuando Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) Se combinaron con la fuerza pública para combatirlo.

Así pues, las Convivir, que nacieron legalmente en el 95, no fueron el germen del paramilitarismo sino una estrategia para legalizar sus estructuras, que para entonces operaban ante la vista ciega de las autoridades. La pregunta obligada es a qué responde la pretensión de recrear las convivir en un contexto aparentemente tan distinto al de mediados de los 90, tiempo en que no puede venderse con el mismo derecho la lucha antiinsurgente.

Acaso no haya todavía una respuesta clara para esta pregunta. Pero valdría la pena explorar su relación con la diversidad de estrategias para desestabilizar el actual gobierno. Para la muestra cabe resaltar el comunicado emitido por el comandante de las fuerzas militares en el que hace un diagnóstico de su estado actual y evidencia una desmoralización de las tropas y una pérdida de capacidades técnicas y operativas.

El comunicado se emitió un día antes del evento en que un soldado, aparentemente en un estado de alteración mental atacó y asesinó a tres compañeros (Después fue presentado como infiltrado), entre ellos un suboficial, en el batallón de La Tegua, en Putumayo. El texto fue presentado por los medios como si fuera la respuesta a estos acontecimientos y como si la desmoralización en las tropas de las que hablaba el comandante fueran el resultado de las políticas implementadas por el gobierno Petro y la inacción de las tropas en apego a las estrategias de la paz total defendidas por el gobierno.

Son asuntos aparentemente desconectados; pero como ha mostrado la oposición en este año y medio de gobierno Petro, para ella todo se vale y no hay nada en su accionar desconectado.

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