Poemas de Aquiles Nazoa González

Ilustración del poeta Aquiles Nazoa por Xulio Formoso

PROFESIÓN DE BANQUERO

Extraña profesión la del banquero:

dibujar lagartijas en billetes,

comerse puntualmente su tabaco

y pinchar con su pluma entomológica

los números servidos a su mesa.

Instalado en su silla vaticana,

pellizca aquí y allá menudas cifras

o bien al escuchar la trompetilla

que le tira un audífono privado,

asume una actitud de esbelto brindis

y se bebe el teléfono de un trago.

Extraña profesión la del banquero:

ponerse bicicletas en los ojos,

limpiarlas cuando llega otro banquero

con su gentil pañuelo junto al cual

lleva también un corazón Luis XV,

o ponerse a decir cosas aseadísimas

con ademanes propios de conejo

ante una dactilógrafa de vidrio

que se sienta ante él como una etcétera.

A las once el banquero toca el timbre,

pues es la hora de tener jaqueca

y de la caja fuerte saca una

píldora de importancia y se la toma.

Qué extraña profesión la del banquero:

pinchar con su estilográfica las cifras

como exquisitas presas de ensalada

y en casi maternales cucharadas,

dárselas de comer a la chequera.

EXALTACIÓN DEL PERRO CALLEJERO

Ruin perro callejero,

perro municipal, perro sin amo,

que al sol o al aguacero

transitas como un gamo

trocado por la sarna en cachicamo.

Admiro tu entereza

de perro que no cambia su destino

de orgullosa pobreza

por el del perro fino,

casero, impersonal y femenino.

Cuya vida, sin gloria

ni desgracia, transcurre entre la holgura,

ignorando la euforia

que encierra la aventura

de hallar de pronto un hueso en la basura.

Que si bien se mantiene

igual que un viejo lord de noble cuna

siempre gordo, no tiene

como tú la fortuna

de dialogar de noche con la luna.

Mientras a él las mujeres

le ponen cintas, límpianle los mocos,

tú, vagabundo, eres

–privilegio de pocos–

amigo de los niños y los locos.

Y en tanto que él divierte

–estúpido bufón– a las visitas,

a ti da gusto verte

con qué gracia ejercitas

tus dotes de Don Juan con las perritas…

Poeta enhumorado

Can corriente y moliente,

nombre nadie te dio, ni eres de casta;

mas tú seguramente

dirás, iconoclasta:

—Soy simplemente perro, y eso basta.

La ciudadana escena

cruzas tras tu dietético recurso,

libre de la cadena

del perro de concurso

que ladra como haciendo algún discurso.

Y aunque venga un tranvía,

qué diablos, tú atraviesas la calzada

con la filosofía

riente y desenfadada

del que a todo perder no pierde nada.

Aquiles Nazoa González.

Caracas, Venezuela, 17 de mayo de 1920 – Maracay, 25 de abril de 1976.

La poesía enhumorada de Aquiles Nazoa, juguetona y musical, certera en la dimensión de quien avizora la profundidad en lo inmediato, la claridad en la más brumosa lontananza. Heredero de la magia cotidiana sigue florecido con sus 100 abriles, con los mayos que continuarán enhumorando la profesión del banquero y la filosofía del can vagabundo, del que a todo perder no pierde nada.

Los poemas aquí publicados hacen parte del libro: Aquiles Nazoa, poeta enhumorado, recién publicado por la Editorial Ayacucho, con ocasión del centenario de su nacimiento.

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