PROFESIÓN DE BANQUERO
Extraña profesión la del banquero:
dibujar lagartijas en billetes,
comerse puntualmente su tabaco
y pinchar con su pluma entomológica
los números servidos a su mesa.
Instalado en su silla vaticana,
pellizca aquí y allá menudas cifras
o bien al escuchar la trompetilla
que le tira un audífono privado,
asume una actitud de esbelto brindis
y se bebe el teléfono de un trago.
Extraña profesión la del banquero:
ponerse bicicletas en los ojos,
limpiarlas cuando llega otro banquero
con su gentil pañuelo junto al cual
lleva también un corazón Luis XV,
o ponerse a decir cosas aseadísimas
con ademanes propios de conejo
ante una dactilógrafa de vidrio
que se sienta ante él como una etcétera.
A las once el banquero toca el timbre,
pues es la hora de tener jaqueca
y de la caja fuerte saca una
píldora de importancia y se la toma.
Qué extraña profesión la del banquero:
pinchar con su estilográfica las cifras
como exquisitas presas de ensalada
y en casi maternales cucharadas,
dárselas de comer a la chequera.
EXALTACIÓN DEL PERRO CALLEJERO
Ruin perro callejero,
perro municipal, perro sin amo,
que al sol o al aguacero
transitas como un gamo
trocado por la sarna en cachicamo.
Admiro tu entereza
de perro que no cambia su destino
de orgullosa pobreza
por el del perro fino,
casero, impersonal y femenino.
Cuya vida, sin gloria
ni desgracia, transcurre entre la holgura,
ignorando la euforia
que encierra la aventura
de hallar de pronto un hueso en la basura.
Que si bien se mantiene
igual que un viejo lord de noble cuna
siempre gordo, no tiene
como tú la fortuna
de dialogar de noche con la luna.
Mientras a él las mujeres
le ponen cintas, límpianle los mocos,
tú, vagabundo, eres
–privilegio de pocos–
amigo de los niños y los locos.
Y en tanto que él divierte
–estúpido bufón– a las visitas,
a ti da gusto verte
con qué gracia ejercitas
tus dotes de Don Juan con las perritas…
Poeta enhumorado
Can corriente y moliente,
nombre nadie te dio, ni eres de casta;
mas tú seguramente
dirás, iconoclasta:
—Soy simplemente perro, y eso basta.
La ciudadana escena
cruzas tras tu dietético recurso,
libre de la cadena
del perro de concurso
que ladra como haciendo algún discurso.
Y aunque venga un tranvía,
qué diablos, tú atraviesas la calzada
con la filosofía
riente y desenfadada
del que a todo perder no pierde nada.
Aquiles Nazoa González.
Caracas, Venezuela, 17 de mayo de 1920 – Maracay, 25 de abril de 1976.
La poesía enhumorada de Aquiles Nazoa, juguetona y musical, certera en la dimensión de quien avizora la profundidad en lo inmediato, la claridad en la más brumosa lontananza. Heredero de la magia cotidiana sigue florecido con sus 100 abriles, con los mayos que continuarán enhumorando la profesión del banquero y la filosofía del can vagabundo, del que a todo perder no pierde nada.
Los poemas aquí publicados hacen parte del libro: Aquiles Nazoa, poeta enhumorado, recién publicado por la Editorial Ayacucho, con ocasión del centenario de su nacimiento.
EL SUREALISMO AL ESTILO DE ROGER PLA Y DE AQUILES NAZOA, UN AVISO A RIPIOS LANZA SU CANTICO CELESTE BLINDADO DEL CIELO.
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