Convocatorias de cultura en Medellín al debate

Por Rubén Darío Zapata

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A principios de marzo aparecieron en Medellín algunos pasacalles de la Alcaldía, cuyo mensaje intentaba controvertir la idea de que el artista no podía vivir de su trabajo. Según la Alcaldía, eso iba a quedar sin sustento después de la convocatoria del programa de estímulos para el arte y la cultura, de la Secretaría de Cultura. Al final del proceso, tras conocerse los resultados de las convocatorias, lo que ha quedado en muchos colectivos culturales y artísticos es un sinsabor y la certeza de que dicho programa debe someterse a debate si en verdad quiere ser un apoyo efectivo para el trabajo artístico.


Vivir del arte, y sobre todo del arte popular, en una sociedad dominada por el mercado capitalista, es cada vez más difícil. La mayoría de los artistas populares practican su arte en condiciones muy precarias, con muy pocos recursos para el trabajo y sobre todo sometidos a una inestabilidad económica terrible, pues no tienen generalmente ingresos fijos, ni contratos a largo plazo ni mucho menos alcanzan a pagar su seguridad social, por lo que no pueden aspirar a una pensión en la vejez.

Supuestamente, eso es lo que busca corregir la ley general de cultura, que obliga a los municipios a desarrollar procesos similares al programa de estímulos para el arte y la cultura en Medellín. Su objetivo es generar procesos de fortalecimiento de los colectivos artísticos y culturales en el territorio y, según Alonso Argüello, del colectivo Teatro Abierto de Medellín, debería también buscar la dignificación del artista y su trabajo. Pero eso es lo que no parecen garantizar estos programas, según él, básicamente por la metodología que implementan las convocatorias.

Es necesario categorizar mejor

Según Argüello, las convocatorias de la Alcaldía se convirtieron en el lugar donde todos pueden participar, y eso es muy importante porque democratiza el derecho a la cultura. “Pero sí deberían categorizarlo mejor porque de todas maneras hay un sector específico que vive del arte y para el arte. Debería entonces hacerse una convocatoria donde el sector artístico propiamente dicho se fortalezca sin tener que competir con todos los grupos culturales de la ciudad. La propuesta que hemos venido haciendo es que se creen otros apoyos diferentes a la convocatoria, otras formas de estímulos directos al trabajo de los artistas”.

Hay grupos y artistas que llevan más de cuarenta y cincuenta años viviendo para el arte. Se han formado a pulso, algunas veces con subsidios pero la mayoría sin ningún apoyo. Esos grupos, sin embargo, para sobrevivir tienen que presentarse cada año a las convocatorias. Según Argüello, deberían tener unos estímulos particulares y un apoyo a su trabajo en reconocimiento por su trayectoria y no a través de convocatorias.

Por otro lado, dentro de las convocatorias hay un estímulo para la circulación de grupos artísticos y culturales bien sea a nivel nacional o internacional. Argüello asegura que este estímulo parece mal diseñado porque pone en la misma bolsa los recursos para la circulación internacional y la nacional. “Los recursos de esa bolsa se van agotando con el apoyo a los que tienen mayor puntaje en la evaluación de los jurados. Esta vez los ganadores fueron casi todos de circulación internacional. Y eso es obvio: una compañía, una orquesta o un grupo de teatro necesita cincuenta o sesenta millones, como mínimo, solo para viajar. Y eso va afectando todo lo que sigue de ahí para abajo. Así que quedó muy poco para la circulación nacional”.

En este sentido, el Ministerio de Cultura separa los recursos para apoyar la circulación internacional, de aquellos que apoyarán la circulación nacional, de tal manera que no haya competencia entre ellos. “Y yo creo que debería hacerse también una separación por áreas. Por ejemplo, una convocatoria solo para teatro, otra para música, danzas, artes plásticas, etc. Porque si no, puede darse, y de hecho se da con frecuencia, el caso de que una sola área se lleve la mayoría de los recursos y las otras se queden sin proyectos o con muy pocos”.

Problemas de inequidad

En los barrios de la ciudad hay trabajos de grupos que apenas están empezando su trayectoria y piden una financiación muy pequeña. Pero les toca competir con unos grupos históricos que tienen una trayectoria muy grande y procesos muy costosos. Si esos grupos quedan  arriba en el puntaje, que es lo obvio por su experiencia y trayectoria, entonces se llevarán la mayor parte de los recursos de la bolsa y a los grupos pequeños no les tocará nada.

Desde luego, el problema serio, explica Argüello, tiene que ver con los exiguos recursos que maneja la Secretaría de Cultura. Es un problema a nivel del Estado, que se refleja en una reducción muy grande del presupuesto asignado este año al Ministerio de Cultura. “En Medellín no ha habido reducción significativa del presupuesto para la cultura en los últimos años -asegura-, pero sí se han creado nuevas becas y estímulos con el mismo presupuesto. Al final, el más damnificado ha sido el sector artístico que ha visto reducidas las posibilidades de crecer”.

En estas convocatorias, comenta Argüello, se ha dado el caso de grupos artísticos que tienen una trayectoria de más de 5 y hasta 10 años con un trabajo bien interesante que, sin embargo, no han podido acceder a los estímulos, como le ocurrió a la compañía All’Improviso en Boston. En Cambio, otros que aparecen por primera vez en escena, ganaron la convocatoria. Eso refleja, por un lado, la falta de unos criterios unificados en los jurados a la hora de evaluar los proyectos. “Yo, por ejemplo presenté un proyecto que no pasó porque un evaluador le asignó el puntaje máximo, que es 80, y el otro le asignó 30 puntos. Entonces parece que los evaluadores no se hablan entre sí. Además, simplemente se limitan a asignar un puntaje, sin ningún comentario a propósito de su evaluación”.

Esto refleja también una falta de definición acerca de los objetivos del programa de estímulos. Porque entonces no está claro si la propuesta es estimular el fortalecimiento de grupos culturales emergentes o mantener la labor de los que ya están consolidados. “En cualquiera de los casos sería injusto que el grupo se quedara por fuera –insiste Argüello-, bien porque no tiene trayectoria o bien porque ya está consolidado. Ambos necesitan los estímulos para sostenerse o crecer. Por ahora todo parece definirse por el capricho de los jurados. Por eso yo insisto en que hay que categorizar y que a los grupos históricos el Estado los debería apoyar mediante otras estrategias para así darle oportunidades a los grupos pequeños y emergentes, que no podrían competir con ellos en las convocatorias”.

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¿Vida digna para los artistas?

Una de las modalidades de estímulo más apetecidas por los grupos artísticos y culturales es la convocatoria para apoyos concertados. Mediante esta estrategia la Secretaría de Cultura apoya con un 30% de los recursos un proceso cultural o artístico que algún grupo esté desarrollando en la ciudad. El resto de la financiación debe cubrirla el grupo, bien sea con recursos propios o a través de la gestión que desarrolle con otras entidades. Pero la verdad es que en la ciudad y en el país quedan muy pocas fuentes de financiación aparte de la Administración. “La empresa privada y los gremios hace rato se desentendieron de la cultura, escasamente queda Confiar y alguna que otra organización comprometida con los procesos culturales”, comenta Argüello. La pregunta es: ¿alcanza ese 30% para impulsar el proyecto y garantizarle una vida digna a los artistas?

Según Argüello, es una consigna, cuando menos, irresponsable de parte de la Alcaldía insistir en que el artista puede vivir de su trabajo, cuando no está dispuesta a apoyar más allá del 30% el presupuesto para sus proyectos. “Realmente el artista o el grupo terminan poniendo el mayor porcentaje, pues para que el proyecto pase la convocatoria, deben demostrar que tienen con qué financiar el resto y se ven obligados a poner todo lo que han acumulado en su proceso, vestuario, instalaciones, de todo”.

Eso mismo pasa con el programa de salas abiertas y con el de circulación. El único apoyo que es completo es el de las becas de creación. “Pero un artista no puede vivir de las becas, porque eso es una lotería”. En los otros estímulos, todos deben presentarse a la convocatoria y competir con los demás grupos, para que la Alcaldía les financie el 30% de sus proyectos. “Digamos que la Alcaldía para apoyarme una programación durante el año en una sala de teatro de formato pequeño (no el Pablo Tobón ni el Águila Descalza), me aporta 20 millones de pesos. Pero si uno hace todo el estudio de costos anuales, se da cuenta que una programación en dicha sala no se sostiene con menos de 15 o 20 millones de pesos mensuales, porque tienen que pagar su administración, sus actores, etc”.

Ante esta situación, explica Argüello, la mayoría de las veces el artista termina poniendo su trabajo gratis a fin de sostener el proceso. Esto en el mejor de los casos, cuando dicha propuesta resulte ganadora en las convocatorias. Pero la realidad es que la mayoría de propuestas que se presentan quedan por fuera porque se agota el presupuesto disponible. Por ejemplo, para la convocatoria de apoyos concertados este año, la Secretaría de Cultura destinó 1500 millones de pesos. A ella se presentaron 120 grupos, pero el presupuesto se agotó con los 30 que obtuvieron el mayor puntaje. Muchos de estos grupos ganaron con propuestas en las que la Alcaldía financiaba menos de 5 millones de pesos, lo que quiere decir que el presupuesto se concentró en unos cuantos grupos muy grandes, cuya propuesta requería una gran financiación.

Hacia la autosostenibilidad

Las convocatorias de cultura en la ciudad y en el país se han convertido en una especie de espada de Damocles para los grupos artísticos. Por un lado, ponen en ellos unos recursos que les permiten desarrollar sus proyectos, pero también han generado una especie de dependencia, con consecuencias muy graves. Pues en la medida en que los proyectos hay que presentarlos cada año a la Alcaldía y se someten a jurados distintos, su continuidad como proceso siempre está en juego.

“Nos hemos vuelto muy dependientes –comenta Argüello- de lo que nos dé la Administración. Entonces tenemos, además, que buscar estrategias por otros lados, con otro tipo de programas. Hay que generar una especie de diálogo, de concertación con la empresa privada. Y aprovechar que ahora se va a instalar el nuevo Consejo de Cultura de Medellín, que es una herramienta de participación en la política cultural, pero todavía no tiene una incidencia como tal en la política pública. Tenemos que dinamizarlo para que desde allí podamos diseñar unas mejores políticas de sostenibilidad para los procesos artísticos y culturales. Aunque eso depende mucho del funcionario que esté en la Secretaría. Porque a veces no hay quién escuche”.

La esperanza de muchos artistas y trabajadores de la cultura es que hoy en la Subsecretaría de Cultura está una persona que conoce muy bien las condiciones en que viven los artistas, porque ha sido bailarina del Ballet Folclórico. Se trata de Lina Botero, quien, además, les ha propuesto una dinámica de acercamiento y un encuentro en octubre para repensar el programa de estímulos para el arte y la cultura y contar con todas las propuestas de los artistas. “Eso es importante -dice Argüello-. Aunque habrá que esperar que la dejen hacer, porque a veces la funcionaria tiene muy buenas intenciones pero la apuesta de la Administración puede ser otra”.

En todo caso, en la ciudad empieza a generarse un movimiento interesante de artistas, que se sacudió un poco desde principios de año a partir de la reducción del presupuesto del Ministerio y sobre todo de la manera en que afectó a las salas de teatro que se declararon “salas desconcertadas”. Este movimiento viene pensándose seriamente las estrategias de financiación de sus proyectos, pero sobre todo la sostenibilidad de los procesos y la dignificación del trabajo artístico, más allá de los recursos que por ley el Estado está obligado a transferirle a los procesos culturales y artísticos. “Lo que es claro es que nosotros no podemos sobrevivir y sostener los procesos si no logramos ser autosostenibles”, concluye Alonso Argüello. Para ello están dispuestos a explorar todas las estrategias y herramientas posibles.

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